He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)

Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]

No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.

La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.

En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.


Casa

Casa
Casa (Foto, Berna)

miércoles, 30 de agosto de 2017

Pródromos del infortunio



Colmaba el aire de todas las notas esparcidas en los trinos de las aves pequeñas, collar imposible de alegría. El gozo en la sencillez de las horas tranquilas, en todo aquello que acontece entre visillos ligeros y cristales, en las esencias de alimentos guardados en cajas de hojalata. Una seda afectuosa vibraba sobre los ojos apenas cerrados, un leve movimiento entre los dedos, fugaz, como una sensación incesante y opuesta a las lágrimas, detenidas aún.
La piel uncida de extrema tibieza, de alegría amansada en el recodo húmedo y angular de los ojos, así discurría la luz, jugando despacio a estirar las sombras. Era la calma que sucedía repetitiva y antecesora de giros imposibles en los pliegos de cordel, en la ropa asiéndose con el borde hilvanado, al bramante. Serenas las cintas que te adornaban el pelo, revoloteando al ritmo del juego, de saltarinas figuras contenidas bajo la protección del cielo.
Como el estruendo lejano de la tormenta, el relámpago predecesor alerta los sentidos, los segundos que pasan tranquilos se giran sobre si mismos y se estremecen. Insignificante aún la muesca turbulenta que ciñe la cintura y avanza inexorable hacia el pecho que ríe, que canta. Llega brutal, poseedor del destino atroz, aflictivo, que invade el alma hasta entonces mecida; despiadado en su rapidez, en el resplandor profundo de las pupilas incrédulas ante la humedad que brota a borbotones, que empapa las manos tensas, las cintas enredadas en el pelo. Y como si el azar creara el mas aciago de los hechizos, engulle el reloj lo inmediatamente pasado, y la desdicha se queda llenando la luz. Todo el oscuro mundo viene y permanece, lacerando, con cada movimiento, en las arterias, hiriendo, ya despacio, cada uno de los vestigios que va encontrando a su paso: las ventanas, los trinos, la seda, la tibieza. 









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