Foto, Berna |
Abriré una zanja
junto a las otras
profunda,
sabré que lo será
suficientemente
cuando la última palabra
caída y derrotada
desaparezca entre las raíces,
en el fondo esparciré la luz
las grandes plumas doradas
las gotas de angustia, de empeño
y el relámpago que iluminó
el iris de tus ojos
al despedirme,
sobre las pequeñas cosas
sobre los sueños
extenderé la tibieza imperceptible de las mariposas
la alegría del agua entre los cantos
el abrazo estrepitoso de las nubes
de las olas rutilantes, revoltosas
de la hoguera que alumbra el horizonte.
Un manto de tierra recia
húmeda
la cubrirá entera,
un estrato oscuro y compacto
impenetrable.
Descenderán
entonces
todas las semillas que fui guardando,
algunas ya brotadas de impaciencia,
todo el amor en cada movimiento
en cada paso,
para que no se dañen
para que germinen;
Allanaré la superficie
y no quedará indicio
ni huella
de todo lo hecho
consumado.
"Salomé, aquí
¡mira!
alguno
de estos renuevos
te pertenece".
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