Dice su primera palabra de madrugada, es el conjuro que le protege de cualquier contratiempo en el colegio. Apenas entreabre los ojos, recibe mi primer beso. Se estira como un gato, desayuna y prepara la ropa para vestirse. Son largos sus vaqueros, a mi ya no me sirven, tampoco sus playeros ni sus camisetas. Tengo que alzar la mirada para hablarle a los ojos, son verdes, se parecen a los de mi padre (somos como un puzzle). Sigue necesitando muchos abrazos, de esos que se dan concentrándose en el otro, regalando serenidad, protección. Pero esta vez sus brazos me abarcan a mi, y soy yo la que apoya la cabeza contra su pecho y escucho su corazón; su latido no se parece al de nadie. Tiene las manos grandes, le gusta acercarlas a las mías para medirlas,se ríe porque las mías son pequeñas. Es una risa suave, llega como el aire a los pulmones, sortea vísceras y tristezas hasta llegar a ese huequecito donde escondo los recuerdos, como las ardillas en noviembre, para no pasar hambre luego. No puedo evitar asomarme a la ventana para verlo alejarse por Usandizaga, vigilo que mire al cruzar (ya no mira). Y caigo en la cuenta de que todo lo descrito hasta estas lineas significa que yo no soy mas que un bastón apoyado en la esquina de su historia, ansioso de que lo tome a todas horas, no vaya a caerse, y yo mirando sin poder hacer nada.
Tengo cada mañana una alegría esperándome para regalarse, para ofrecerse como bálsamo de mis días, para que a cambio de la contraseña de siempre, me vista de hada madrina y conjure sus dudas
y de paso todas las mías...
"-dí ñimi
-ñimi. "
Aún no he llegado a ese momento Berna, pero estoy seguro de que cuando me suceda no sabré explicarlo mejor que tú.
ResponderEliminarUn abrazo
Rafa
Sabrás Rafa, sabrás
ResponderEliminarTodas tus prosas son espléndidas; aún recuerdo los paraguas muertos.
ResponderEliminarEstaré por aquí.
aquí estaré.
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