No es una sospecha
en el dorso de los días
no declina la luz porque no existe,
tampoco la coartada del silencio
sirve para caminar a tientas.
Cabe tropezar ese torrente
que lleva las voces que cesaron
hace siglos
y empapa de cristal el surco de los ojos
y se desliza sobre algo parecido a las heridas.
Hay en él
un laberinto tan hermoso,
tan ligero en su infinita andadura,
que apenas concluye en el sueño,
como la levedad
en el gris de las cenizas.
Precioso poema lleno de ricas metáforas. Me ha encantado. Un abrazo.
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