He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)

Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]

No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.

La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.

En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.


Casa

Casa
Casa (Foto, Berna)

martes, 2 de noviembre de 2010

Por aquí no se pelea con el histoplasma, la desnutrición, y el bajo peso para su edad o su estatura tampoco son habituales. El VIH aparece a veces con aspecto de europeo/a de clase media o inmigrante joven o acaso de personas en riesgo de exclusión o de vecino/a corriente. La muerte sin embargo asoma, lo hace cerca de los ojos, sin llamar la atención. No se hace visible a través de una analítica ni de un tiro al cruzar la calle, por aquí puedes caminar, dicen, tranquilo/a. Asoma en el ángulo interno del ojo, donde nacen las lágrimas, se nota una leve sombra que se agranda cuando te fijan la mirada, surge un leve silencio, muy pequeño. Es difícil hablar de evidencia en estos casos, siento una interferencia importante con la intuición, se llega al desasosiego cuando sabes que la percepción de la tristeza, la muerte, el miedo están trabajando a pleno rendimiento para tumbar al ser humano que te mira. Algún mensaje cifrado viaja en sus palabras, en sus gestos, alguna vez (en realidad solo dos, una con un terminal varón de cáncer de pulmón y otra con una chica guineana de veintisiete años con SIDA en su última fase) sabes lo que sienten exactamente, hablas sin decir ni una palabra y el otro/a te comprende, pronuncias frases que no pensaste decir y consigues entrar en su sufrimiento, sin armas para defenderte, notas luego la derrota agridulce de haber dado algo que no sabes bien lo que es, ni si podrás repetirlo, ni si el efecto era el deseado, solo queda la pequeñísima sensación de haber aliviado una angustia tan, tan grande, como la parte del iceberg que se esconde bajo el agua. Por aquí asoman caras y manos arrugadas, arrugas de trabajo y de muchos, muchos años vividos, es curioso como lucharon para no morir, para no dejar sin brazos fuertes a sus familias, como sortearon hambre, miseria, como tragaron orgullo, como enfermaron y sanaron sin ayuda. Ellos/as me enseñan a esperar una muerte que no avisa nunca de un día para otro, me miran y me recuerdan lo que hace Valen en Guatemala, pienso entonces en el circulo que recorremos desde el primer día de luz, en lo importante de cada cosa en cada momento, de lo que sigue cuando tienes salud , comida , seguridad, trabajo , familia , éxito, cuando llegas al espejo y todo esta a punto de acabar, la soledad brutal del geriatrico, la suerte entonces de la demencia (sin saber lo que hay dentro de esa demencia), el miedo a no poder valerse por si mismo/a cada mañana, el miedo a no acabar cuando uno lo decide. No se lo que se siente cuando alguien muere por no haber recursos para su tratamiento, supongo que algo se acerca a lo que siento cuando la vejez se extiende a grandes pasos y el resultado esta lleno de miedo, soledad , perdida absoluta de libertad, y una fe que se aleja.

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