Solo un cadáver
nada de azules, de amapolas.
Como quien reconoce
el cuerpo amigo
en una morgue
y luego se va espantada de dolor.
Ciega
todo quiere desaparecer.
A duras penas nota
el verde entre las hojas,
los gemidos tenues
como ecos
que viajan en las golondrinas.
Vienen presagios
de otro tiempo
y ese hueco frío
esa desazón
que no para de hurgarle en la memoria
hasta que hiere.
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