"La bruja pasará seguro por aquí, dejará carbón para que te lo comas y al resto les regalará juguetes, tiene una sombra alargada, su figura está llena de recodos imposibles, casi no se distinguen los brazos pero sí las manos de dedos largos y uñas afiladas, ademas se ríe sin parar y más si lloras, así que no te muevas mientras cierro la puerta del trastero de debajo de la escalera y seguro que te perdona y ya podrás salir."
La luz en forma de cerradura aparecía poco a poco en medio de la oscuridad, era blanca con leves reflejos dorados. Si te fijabas mucho, distinguías pequeñas sombras de colores, borrosas y quietas. Con paciencia, la luz entraba cortando en dos el cuarto, y en su camino recto hacia el suelo, flotaban motitas de polvo blanco brillante que no paraban de moverse. Las seguía con la mirada y esperaba un poco a que se posaran en la baldosa granate y gris del suelo, entonces abría la mano para recibir aquel rayo de calor de alguna hora al crecer la mañana; no tenía miedo, la escoba no era de la bruja, había visto a Sor Aurora barrer las clases con ella, Sor Aurora era buena, así que no podía ser la bruja. Me sentaba en el cubo de fregar y esperaba, el tiempo pasaba muy deprisa y cuando abrían la puerta, todo se volvía blanco, como si la luz me rescatara de la Torre del Castillo y me vistiera de Princesa o de Reina o de Sirena con perlas de colores. La luz si que existía, y además era una larga barita mágica que se sabía mi nombre, decía ¡María sal de una vez! y entraba a raudales en el cuarto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario