He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)

Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]

No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.

La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.

En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.


Casa

Casa
Casa (Foto, Berna)

sábado, 1 de noviembre de 2014

Tratamiento de tejidos

Sumar en la cercanía de las cicatrices. Sumar pequeños sacos de horas, abriles, bufandas de lana violeta, todo distribuido linealmente a ambos lados, para contener cualquier objeto contundente, palabra, o silencio que intente reproducir la herida. Aplicar sobre ella cuantos ungüentos sean favorables, ya sea por su olor, color o textura. Aplicar sobre la cicatriz con movimientos suaves, cadenciosos. Vigilar la evolución durante el tiempo que sobreviva a los tejados llenos de golondrinas en vuelo rasante, a la ciudades en espera del frío, al puerto intermitente en pasajeros, naves y tormentas. Cualquier indicio de inflamación debería dar paso a una cuarentena. Este signo indica que todo el cuidado ha sido insuficiente y los dedos pequeños recogidos en la mano de la abuela, las botas con plantillas de hierro, los caballos de crines de colores, el incienso del domingo, todo, ha penetrado en ella. Sería un signo menor si el riesgo no fuera la llaga. Es pues imprescindible evitar la bajada de temperatura que recorre el perímetro de lo ausente, proteger de la nieve, del zorro blanco. Si pese a todo la herida y la sangre volvieran, convendría dejarla expuesta a la noche, a la orilla invisible del mar y al salitre suspendido entre las gotas de olvido que salpican las olas.
La remisión es mas que probable, la cicatriz se volverá blanca, mas tarde transparente y solo la secuela del dolor se mostrará a ritmo de metrónomo. Solo la secuela.

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