Foto Berna |
Lenta
pausada,
despacio va la nieve, con los aperos,
va cubriendo la tierra, cercando muros y lumbreras.
Las traviesas se suceden paralelas hacia un punto distante, secreto.
Lenta sobre el techo del vagón, vistiendo las ramas que toca el tren a su paso.
Tras las ventanas, vibra el sonido de ese tren, alcanza la piel de quien toma los alimentos y la ternura, los oídos de alguien que huye hacia el centro del hogar, hacia el refugio cálido de la indiferencia. El frío ruge en las cerraduras del alma y ellas saben, ven, desde su estrecho hueco, el desierto del temor rodeándolo todo. Nigromante, va la crueldad envolviendo los vagones, como en un rito de irreversible destino. Hubo un adalid de la raza, creyeron en un hombre que los haría reyes y se volvieron ciegos. Reyes exentos de ellas, infrahumanas, hacinadas y enfermas, ocultadas en ese furgón, despojadas de aquellos esbozos de futuro que retenían como en un espejo de conciencia. Llegarían a Ravensbrück, rozarían el viento y la muerte, la misma que silba a su paso en las ventanas opacas de los reyes. Llegarían. Fuera del mundo. Invisibles para siempre.
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