He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)
Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]
No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.
La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.
En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.
Casa
sábado, 7 de marzo de 2009
Todos los paraguas mueren en invierno
Los magnolios de Puerta La Villa han crecido desde la última vez que me paré a tocarlos. Tienen un tacto mas rugoso. Hay escondidas muchas palabras entre los surcos que dibujan las primaveras en la corteza, y en días de lluvia, como hoy, se forman ríos que llevan suavemente los copos de luz que desmigaja la tormenta. Siguen viviendo en el cerco pequeño de tierra que les hemos concedido. Los magnolios no usan paraguas, pero disfrutan viéndoles hacer piruetas con el viento, pasear rozándoles las hojas mas distales, esas que todavía no tienen miedo al contacto de la gente, ni a los dedos de los críos que se reunen las tardes de sol para jugar a su lado.
Rubén llevaba un paraguas de color gris, y de vez en cuando lo apartaba para notar la lluvia en la cara, para ver de quien eran las piernas con las que se cruzaba,y donde terminaban las correas atadas al cuello de los perros. Cerca del primero de los árboles, en una papelera, vimos un paraguas muerto. Estaba boca abajo, con los brazos rotos y la piel arrugada. Rubén se acercó a él. Notó inclinarse al primer magnolio y esconder sus hojas mas tiernas, esas que sintieron últimas el roce del paraguas que yacía en la papelera.
Mamá "Todos los paraguas mueren en invierno" afirmó, y yo no pude evitar una lágrima.
Foto del blog Diana Boveda
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Me encanta tu texto Berna, desde el título hasta el punto final. Sencillamente estupendo.
ResponderEliminar¡Qué gusto!
Gracia Asun, la mayor parte del mérito es de Rubén.
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