Tiempo de despedida

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Estaba con la espalda medio erguida , cerca de la pared de la izquierda de la habitación número uno del segundo piso. El aire entraba por la ventana abierta al fondo, las persianas a medio bajar y las cortinas corridas. En una de las camas (había dos), una anciana acostada con barrotes de protección para evitar caídas, quería incorporarse, parecía intranquila. Una enfermera se acercó y la besó en la mejilla pronunciando su nombre con suavidad para recostarla, le ofreció un peluche azul que sacó de su mesita, y pareció calmarse un poco. Él estaba en silencio, de pié, atento a lo que yo le hacía a su segunda mujer,acostada en la otra cama, muy adormilada, fría, ausente.La médico le preguntaba cosas sobre Gloria, pero él solo era capaz de contar una y otra vez que la habían operado de un ojo y le faltaba por operar el otro. La médico la exploró, él guardaba silencio, los ojos se le movían rápido, lo miraba todo. Ya casi al despedirnos después de informarle de que Gloria tenía que ir al hospital, que estaba mal, me miró despacio y me contó que llevaba seis años enferma, cuatro en casa y dos en esta residencia para ancianos. Me contó que la había ayudado mucho en la casa, pero que al final, la tuvo que ingresar. Gloria no tenia familia. José, notaba ya la soledad en la piel, o quizás el silencio que estaba dibujando Gloria, o quizás su largo y solitario final de camino.
En el ascensor, la enfermera me dijo que se había muerto su primera mujer y que estaba con Gloria para no envejecer solo.
Ya sé lo que había en sus ojos.
Era el miedo mas triste de todos.