Camina conmigo, como cuando cargaba a la espalda la cartera roja, o la verde con rayas amarillas. Esperame en el portal de tu casa, donde vivían Agustina y Paco, el tío abuelo, el patrón del Zulima. Nos haremos los bocadillos de plátano con azúcar y bajaremos por la caleya de la casona abandonada hasta el cuartel y la escuela, por si quedaran migas de aquel chico moreno, del viento en los castaños de Indias , de las luciérnagas al caer la noche cuando debíamos volver a casa. Allí estará la fuente al otro lado, cerca del lavadero, donde parábamos a beber depues de la romería. Ven, cuentame lo que ves, lo que vas encontrando de aquellos días de junio, cuando reían las golondrinas en las cuadras, y la luz, como las naranjas de vino, se deshacía en gajos al final del cielo. Todavía se escuchan las cigarras, los grillos en las grilleras de colores llenas de lechuga colgando en las ventanas. Hay rastros de tus dedos en el pupitre de Doña Olga, en el pasamanos de las escaleras de afuera, en las cajas de betún para el cascayu. Tienes los ojos del color de las avellanas, o de la tristeza de las hojas secas, o del valor cuando te busca la cara. Puedo peinar la sombra de tu melena ondulada mientras se mueve por el papel pintado de flores, hundirme en la cama con somier de malla y colchón de lana, tocar el libro de sociales, el de latín. Y que bueno pasear un recuerdo a dos, como a un país donde se vuelve siempre.
Ya voy, ya voy! No te vayas sin mí.
ResponderEliminarMe han entrado ganas de saborear y masticar todos esos recuerdos contigo.
¡Pero qué bien lo haces, gordi!
besinos
qué bonito, flaqui
ResponderEliminarRulanin, Rulanin...
ResponderEliminar