Naftalina, abrigos, moscas
el crucifijo en la pared
una caja de metal con cerradura
el pasillo largo y oscuro
largo, cubierto de pasos sin vuelta
manchado de sílabas mudas, transparentes,
lágrimas en los pomos de las puertas,
en la bata guateada del invierno.
Te quiso pese a todo y contra todo
quién sabe si lo supiste, si lo supieron
tan claros los ojos te miraban desde aquí
y tu luchando los días en Madrid.
No pudo haber amor mas puro, ausente de reproche
suplicante.
Tuviste que perder la cordura y olvidarle,
en eso consistió la luz y la certeza.
Y ya no quedó nada salvo las figuras de plata,
los recortes de prensa, la marquesa de Tamarit, el olor de la agonía
justo al final del pasillo
y ese caminar sin memoria
al salir por última vez de la casa
en Felipe V.
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