Una escombrera que hace años no estaba. Una punzada nueva en el pecho. Así una imagen tras otra, hilvanando el tejido desigual de los días.
Intentaron llegar con las manos hasta las nubes, tan irregulares a veces, tan silenciosas, lo intentaron y lo intentan, cada día.
Consiguen apenas distinguir la tormenta de la luz, dudan pues en cada paso aunque avanzan. Es imperativo cada centímetro conquistado, cada surco nuevo de la piel, el cansancio en las arterias.
Encuentran en el aire alegría, colores que viajan en los recuerdos y rebuscan como indigentes en el pozo de la memoria. Necesitan del azul, del verde, necesitan pintar cada minuto, escucharlos, respirar el olor a jabón de la ropa limpia, de la inocencia intercalada en el tendal, entre calcetines y rizos dorados, entre pequeñas lágrimas que discurren sobre el cordel de plástico hacia la acera; y se evaporan.
Intuyen el camino. Buscan las fibras luminosas, cálidas, impermeables a los gritos en algunas madrugadas. Tejen dibujos con la lana que dejan los pájaros en sus nidos, con la plata ondulante del mar y así, narran para todas las sonrisas del mundo, para la mía también.
Allí se esconden del miedo, es el lugar señalado en cada nana, por muy humilde, en cada nana, en cada molécula de amor que viaja entre las notas. Se esconden y miran al cielo, y saben que habrá salida, y notan las alas crecer.
Como crecen por igual las sombras. Tejen curiosas formas para protegerse.
Dejan, en cada esquina, sobre los libros, dejan corazones dibujados en cuadriculas, poemas, aquello que no pudo ser, lo que trae la tormenta, los gestos de las personas que nos quisieron.
Y así, sobre fuertes pilares de olvido, hacen girar la tierra, y me muestran a media vida, mis pasos, algunos también tuyos.
Me dicen: "ha sido un tiempo hermoso"
Fotos Berna
Genial.
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