Foto, Berna |
Reconozco
el murmullo de la tierra
cuando pasas,
el temblor deslizándose,
la serpiente sigilosa
en la lumbre y en las sombras.
Las manos dicen la verdad
ellas se retuercen en el fuego
imaginario de tu boca,
imploran
una piedad sedosa
que caiga sobre la piel
que recubra con su bálsamo
el atisbo de luz
que va naciendo en los ojos.
Es tan leve su nombre,
apenas unos gramos de tibieza,
ala ciega que se pierde
en la noche
que intuye cada paso
en la garganta.
Reconozco en tu rastro
la hierba quebrada
el vuelo de las aves asustadas
el fango en el arroyo de aguas claras.
Es tan dulce el movimiento
alerta la mirada
el dibujo oscuro en el satén,
sobre una piel amartelada.
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