He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)

Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]

No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.

La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.

En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.


Casa

Casa
Casa (Foto, Berna)

domingo, 15 de septiembre de 2013

La Historia que me cuentan

Aparco el coche, acciono el mando a distancia y escucho el ruido de cierre de las puertas. Es fin de semana y hay tiempo para mas cosas. Sube el ascensor hacia el séptimo piso, esta vez no pienso en las patatas y el pimiento que necesito para la comida de mañana, tengo sensación de descanso y llegada a meta, de haberme tirado al suelo tras una carrera de mil metros, sin victoria, y que desde el suelo rugoso de la pista, la reflexión se abre paso como puede. Faustino no debería morir, con él se irían demasiados datos de la Historia de este país, datos necesarios para comprender lo que ocurrió en el treinta y seis, en el final de la guerra civil, en las huelgas mineras del sesenta y tres. Charo tampoco debería irse, porque entonces no quedara nadie que cuente como corría la sangre en la Cuenca del Nalón, cual era el rostro de la venganza. Ni Marcelino, porque no sabríamos que es lo que se estaba vengando, las atrocidades del treinta y cuatro, lo que opinaba el canónigo Arboleya. Los tres son personas ya ancianas, de pluma difícil y memoria frágil. Y cada vez que las escucho pienso en lo imprescindible de volver sobre los pasos dados para no equivocarse demasiado en el presente. Son pues, un mapa de ruta necesario. Pero falta veneración por la memoria de los viejos, por las cicatrices en la piel y en el alma de los que convivieron con una muerte invasora y expansiva, la misma que ahora vive en tanatorios de lujo y se escapa de forma irremediable de las camas convencionales hacia los arrabales, las calles heladas de las ciudades, los lindes dudosos de las tierras, las puertas arañadas de algunos vecinos y de algunas vecinas con las caras amoratadas. Pienso, mientras dejo las llaves en la cómoda de la entrada y oigo cerrarse las puertas del ascensor, que la muerte enlatada y almacenada sin vigilancia es un residuo tóxico muy peligroso. El miedo al represor puede paralizar una lucha necesaria, pero no así el respeto. El odio, la ignorancia de la Historia, sin embargo, nos convierte en represores de los represores y nos hace caer en ese bucle perfecto que se esconde en la palabra guerra. Charo, Marcelino, Faustino, que pocos quedan. Y algo parecido al desamparo noto, mientras voy cerrando la puerta.

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