He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)

Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]

No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.

La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.

En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.


Casa

Casa
Casa (Foto, Berna)

domingo, 19 de junio de 2016

Unas millas al Este

Cerca de Ciudadela, los colores juegan a cubrir el horizonte de ternura, la nana del agua, tan azul, canta en su letra bendiciones para los que se van. No quisiera morir en ese horizonte, flotando inerte tras el naufragio. Esa nana bendita, suena diferente en el fondo del mar, puede que se parezca al llanto de un niño. Huele el puerto a salitre y amarras, a nasas y algas secas, el fondo, unas millas más allá, puede que huela a miedo, a cristales troceados brutalmente por la derrota y el abandono. La brisa, esa caricia que se diluye poco a poco cuando la tarde se acomoda en las terrazas y el vidrio de los vasos refleja dorada y casi horizontal, la última luz, la brisa, duele unas millas más allá, erosiona la piel tibia de los más pequeños, hiela la mirada de quien más los quiere y conoce el horror de lo que aún queda. Atracan lentas las pequeñas embarcaciones que de puntillas, dibujando estelas silenciosas y breves a lo largo del dique, detienen sus hélices. Saltan a tierra los momentáneos marineros sin necesidad de pesca para celebrar el día; unas millas más al Este, el hambre serpentea dentro y fuera de la multitud que se acuclilla sin espacio para respirar. La luna tiene esa quietud que fija una a una las estrellas tras las nubes, y el suelo de las calles se enfría poco a poco: todo es dulce, sereno, en el puerto. A unas millas de aquí, la noche cubre las cabezas de temor, de glacial presentimiento, las olas crecen contra el viento y humedecen todo lo que tocan en la barcaza, también el corazón. Ya el sueño vence los párpados que se cierran sobre una almohada blanca, sobre una cama perfecta, la ventana al muelle entreabierta para escuchar el mar. La barcaza flota boca abajo a la deriva, pequeñas cabezas flotan también a punto de hundirse, la luna se refleja en sus pupilas grandes como la puerta del infierno y en la mirada detenida, un mensaje último de socorro. El mensaje estaba dirigido a ti, y a ti, y a todos los que dormimos arrullados por el mar esta noche.

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