He leído a Jaume Ollé.
Necesité mucho tiempo
hasta que cerré
la última página, dos hojas de cortesía, la contracubierta.
El abandono mas atroz, la deidad de lo miserable,
no quisieron quedarse dentro,
aplastados por la celulosa.
Así desde ese día
una y otra vez la certeza de la muerte inevitable
o peor
la evidencia
de que
cuando solo importa respirar,
la tragedia consiste
en cambiar el destino
parcialmente.
Difícil comprender entonces
¿porqué volver?.
Tuvieron que ser las pequeñas cosas (esa mano agarrada a su dedo lo dice)
la inmensa linea del horizonte sobre el lago Victoria,
Mamadí, Solette en la cima del Mont Python,
el día que Mikado estaba en brazos de Tere;
las pequeñas cosas
las que le hicieron volver
siempre.
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