He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2019)

Basilio Sánchez (XXXI Premio Loewe)
Colección Visor de Poesía.
[...]

No he paseado nunca con mi herida
por ninguno de los jardines que conozco.

La herida es el eclipse que revoca la luz,
la herida es la distancia
que nos convierte en extranjeros.

En el dolor no hay pájaros,
sólo dioses hablando con los dioses.


Casa

Casa
Casa (Foto, Berna)

jueves, 20 de diciembre de 2018

Historias: el padre de Manuela


Foto, Berna


 

Hay un misterio en su vaivén, las escobillas recorren el vidrio del parabrisas, la última barrera que queda por caer antes de ser presa de la calle. En sus ojos se suceden los semicírculos que arrastran la lluvia a su paso y por un momento breve, dejan ver los árboles azotados por un viento indomable, persistente en su trabajo, arrancando las hojas más duras, más débiles. Fugaz, todo el tiempo es fugaz, piensa, la mantequilla en el pan por las mañanas, el olor de su madre a su lado, temprano, a la vista de los últimos minutos de la noche, el calor de las mantas pesadas en la cama con colchón de lana vareada, la estufa de gas, la dálmata. El ruido de la lluvia ahora furiosa, resuena en el interior del coche, el mismo que asustaba a Manuela cuando tenía cinco años, se relaja su cara al recordarlo, tan inquieta, corriendo por la casa, gritando toda esa alegría que mueven los niños y devuelven al mundo; Manuela, dice sin querer, y la lluvia atraviesa el cristal para posarse en sus ojos. Cuál pudo ser el mal paso, en qué momento cayeron los naipes que alzaban la casa, el universo donde gravitaban las horas de la Historia en la que pasaban los días de la normalidad. Hoy hace frío, las mantas intentan abrigarlo pero no pueden, el hielo se esconde en las arterias, en los pulmones, el estómago se acostumbra a estar quieto. Todas las luces de la ciudad lo están mirando, lo observan sin llamarlo, sin abrir los brazos en señal de bienvenida, de acogida. Notan su presencia, sospechan la tragedia, adivinan, solo eso, nada más. Es la hora de salir a comer lo que se pueda, a orinar y defecar donde se pueda, a dejarse empapar por el agua que regalan las nubes a toda la tierra, a él también. Cierra la puerta del coche, los limpiaparabrisas quietos en el regazo del capó, la oscuridad densa en el interior, como la pena. Un albergue para ir tirando de la vida como de una maleta pesada y preciosa a la vez. Un trabajo para un mendigo, (y quién emplea a un mendigo). Una llave para volver a abrir la puerta de su casa, para volver a ser visible, como la calle desde el coche, las escobillas a cada recorrido, con cada vaivén contra la lluvia.





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